"Cuando hace frío me tapo con la funda del cadáver": cómo es vivir en un coche fúnebre | Actualidad | Cadena SER

2022-10-26 14:54:57 By : Ms. Shelly Xu

"Cuando hace frío me tapo con la funda del cadáver": cómo es vivir en un coche fúnebre

Adriana Calvo Solíshttps://twitter.com/AdrianaCalvo__

Muchos recordarán A dos metros bajo tierra, una serie de televisión estadounidense de HBO ganadora de múltiples premios Emmy. Esta tragicomedia sigue el día a día de los Fisher, una familia de Los Ángeles dueña de una funeraria que vive en la misma casa donde embalsaman los restos mortales de sus clientes y realizan los velatorios. Por si esto fuera poco, la hija menor, Claire, conduce un coche fúnebre de color verde fosforito que utiliza para ir al instituto, dar una vuelta por la ciudad o quedar con sus amigos. Podría parecer una extravagancia propia de la ficción, un simple capricho macabro de su director, Alan Ball, pero la realidad es que en España también existen personas que tienen coches fúnebres como vehículos de uso personal.

Con la muerte al volante: cómo es vivir en un coche fúnebre

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Pepe Ballester es un diseñador valenciano de 36 años al que todos conocen en Burriana por su coche fúnebre, un Seat 124. Ballester decidió dar un giro radical a sus viajes por carretera hace siete años, cuando lo compró gracias a Milanuncios: "Al principio no entendí bien que fuera un coche fúnebre porque lleva toda la parte trasera completamente acristalada, el techo incluido, como una cúpula transparente. Parecía un vehículo espacial de los años 50". Sin embargo, por alguna razón ese aspecto "galáctico" no convenció en absoluto a su madre, que puso el grito en el cielo cuando descubrió la nueva adquisición de su hijo: "Pensábamos que era tonto, pero no lo teníamos claro. Ahora ha cruzado la línea y ya no sabemos si algún día va a volver a ser normal".

Pepe Ballester en su coche fúnebre / Foto cedida

Anraro [nombre ficticio], un artista albaceteño de 43 años, es propietario de otro coche fúnebre al que llama "La Necroneta". En su caso, sus padres al principio tampoco aceptaban la noticia y le llamaron "loco", pero un mes después cambiaron de opinión. "En los Carnavales siguientes me la pidieron prestada porque se iban a disfrazar de muertos", recuerda entre risas.

Por extraño que pueda parecer, al final la familia termina encariñándose con estos peculiares transportes. Así le ocurrió a Antonio Calvo, un gallego de 47 años dueño de "La Funebreta". "En mi casa lo aceptaron perfectamente. Mi pareja no monta en el coche, no le gusta, pero lo respeta y, en el fondo, no quiere ni que lo venda ni que me deshaga de él", cuenta. Su hija de tres años ya parece apuntar maneras y observa el coche cuando él lo saca al jardín. De momento todavía no la ha montado en él, pero no descarta hacerlo en un futuro. Además, Calvo es el creador de la página de Facebook "Tengo un coche Funebre y que?", con más de 300 seguidores, donde comparte contenido sobre estos vehículos y se comunica con otros propietarios.

Antonio Calvo conduce "La Funebreta". / Foto cedida

Los tres cuentan que las mayores reacciones siempre vienen por parte de los peatones que se cruzan con ellos. "Hay gente que pasa y se santigua, hay quien echa los cuernos porque les da mal fario", dice Calvo. "Hay policías supersticiosos que te paran y, cuando se dan cuenta de que es un coche fúnebre, te dicen 'siga, siga', y no te quieren tener cerca", relata Ballester.

Reacciones que, a veces, han llegado a las denuncias y las amenazas: "Me han denunciado porque les da mal rollo que haya un coche fúnebre aparcado en su puerta o en su calle. Incluso una vez dejé una nota en el parabrisas con mi teléfono para que no me denunciaran, para que si había cualquier problema me llamaran. Y me llamó una señora diciendo que un día me iba a encontrar el coche reventado, que me iban a estar esperando para darme una paliza." "Y luego el loco soy yo por camperizar un coche fúnebre", lamenta Anraro.

Quizá ese odio injustificable se deba a que Anraro dio un paso más allá y decidió camperizar su coche fúnebre, es decir, adaptó su coche para transformarlo en un lugar habitable, como una autocaravana. La bandeja donde se apoyaba el féretro para desplazarlo adelante y detrás, ahora es donde Anraro extiende su colchón para dormir. Un compartimento lateral donde guardaban la funda de tapar el cadáver ahora es un espacioso armario para Anraro. Él todavía conserva esa funda -totalmente nueva, sin estrenar, según él-: "Cuando hace mucho frío me tapo con ella, es un saco térmico perfecto, como los de emergencia de las ambulancias que son de aluminio o plástico". "Duermes muy calentito. Duermes 'de muerte'", bromea.

Anraro junto a su 'Necroneta' este septiembre. / Adriana Calvo Solís

Sea como sea, y pese a sus problemas con la gente intolerante, no les importa, pues los tres coinciden en que, al final, es un coche súper práctico y original. "Lo uso para todo, yo trabajo en una empresa de cerámica, y cuando tengo que llevar piezas de gran formato me es más fácil coger mi coche y cargarlo con las piezas que no realmente coger el transpalé o cualquier mobiliario de aquí", narra Ballester.

Un coche que, al fin y al cabo, tiene derecho a un destino más amable. "Cuando vi la oportunidad, me pareció súper bonito poder transformar un vehículo que ha visto tanto sufrimiento. Pasar de eso a viajar con él, hacer circo, hacer títeres y espectáculos de fuego... Me parece como darle una nueva vida, de verdad, y una de las mejores", afirma Anraro con orgullo.

Una nueva vida que puede ayudar a que personas con prejuicios observen la realidad desde una mirada más tolerante. En este sentido, Anraro recuerda una anécdota que ilustra a la perfección esta idea: "Estaba durmiendo dentro del coche, despertándome, cuando oí a un padre con una niña que tendría seis años o así. La niña preguntó por mi coche y el padre le dijo '¿Sabes el tito que es panadero y tiene una furgoneta para llevar el pan? Pues aquí es cuando llevan a la gente cuando se muere'. 'Ah, muy bien, papá', respondió la niña. Tan natural como la vida misma", sentencia Anraro. "Y no pasa absolutamente nada", concluye. Algo absolutamente natural... Como la vida misma o, en este caso, como la misma muerte.

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