Foto: Serbastián Suárez Meccia / La Capital.
El lugar recuerda a otra noche de Rosario, en la que el núcleo estaba en el centro, muchas veces en sótanos que hoy no pasarÃan una inspección municipal
La galerÃa Cassini (Sarmiento 777) esconde un misterio en su subsuelo. Una puerta de rejas al costado del bar que da a la calle, oculta detrás de una enredadera de plástico, lleva a un piso inferior que hoy permanece derruido y húmedo, pero alojó un boliche entre las décadas del 70 y el 80, cuando la zona del downtown estaba llena de lugares de esparcimiento nocturno. Hace al menos 30 años que allà no funciona nada y solo quedan los fantasmas de lo que alguna vez fue.
El portero de la galerÃa, Jorge, un hombre de 80 años, abre la puerta. Ni bien se bajan las escaleras alfombradas aparecen las reminiscencias de otra noche de Rosario en la que el núcleo estaba en el centro, muchas veces en sótanos que hoy no pasarÃan una inspección municipal. El fuerte olor a humedad y encierro producto del agua que impregna el piso y ya derribó unas cuantas piezas de yeso del techo devuelve a quien entra a la realidad.
Al pasar el recibidor se abre un rectángulo de 12 metros por 60, tan largo como la galerÃa que está en la superficie, que intercala mayólicas de colores con un alfombrado lleno de musgo. Detrás de las enormes telarañas y cables resecos que cuelgan, en los extremos del salón hay dos barras. A los costados, sillones con huecos para apoyar las bandejas con bebidas. En las paredes, sobre los bancos, se dibujan arcadas. En el centro hay una fuente de agua, una pileta de poca profundidad. Hoy está llena de agua putrefacta.
La galerÃa es del año 60 y el boliche llegó en los 70, obra del arquitecto Fabián Wenger, que también decoró el mÃtico Remember. Hay mucha simbologÃa de reminiscencias mitológicas y griegas, porque en los años 70 se llamó Góngora, en honor al poeta español cuya obra más conocida es la "Fábula de Polifemo y Galatea", que protagonizan el hijo de Poseidón y una ninfa.
En la recepción un logo de madera empotrado en la pared muestra la letra Alfa adentro de un cÃrculo, sobre una columna, flanqueada por dos cabezas de caballo. Otros dibujos representan carros tirados por equinos y hombres. En los 80 se mudó ahà abajo Niko's, propiedad de Giorgio, un hombre de origen helénico.
Como en la pelÃcula El Resplandor, al acercarse a la barra se puede imaginar que un mozo sirve una copa como sucedÃa antaño. Los recuerdos cobran vida. Las luces se encienden, tenues. Comienza a escucharse música ambiental y el lugar se llena de público. "Fue muy exitoso porque estaba muy bien puesto, lujosamente ejecutado. Era para tomar copas, tenÃa una barra larga con tragos de calidad, pista de baile, cabina de disc jockey y aire acondicionado, algo que para la época era una novedad en un subsuelo", detalla Juan Barberis, dueño de la galerÃa. El público era selecto: "TenÃas que ir bien empilchado y era caro", asegura.
Un habitué cuenta que era una "boite" en la que pasaban música extranjera, y el ambiente era tranquilo y de parejas. Funcionaba de 21 a 04, aproximadamente, y tenÃa sillones circulares tipo puf de cuerina bordó, tapizados mullidos y mesitas con ceniceros, porque se podÃa fumar aunque era bajo tierra. "SalÃamos del boliche justo cuando salÃan los diarios para la distribución. Nos cruzamos al bar de enfrente de La Capital a tomar un café y manguear un diario", recuerda el hombre que iba en la década del 70 y aprovechaba la cercanÃa con el edificio del Decano.
Después decayó, con la cantidad de boliches en subsuelos que prosperaron en esa época. Justo enfrente, en la GalerÃa del Patio estaba Barbacoa. Luego se transformó en café concert, y lo bautizaron Aureliano. HabÃa otro en Santa Fe entre Sarmiento y San MartÃn, La Cochera. Abajo de El Cairo, Jezabel, y en el sótano de Augustus, Uno y Medio.
Por Laprida entre Belgrano y San Lorenzo estaba La Sal, Belgrano y Tucumán era El Bajo, 2001 se ubicaba en Mitre y Córdoba, y habÃa otro debajo del Savoy. En el sótano de la galerÃa hermana, Cassini Centro (Entre RÃos y Córdoba), en distintas épocas hubo una confiterÃa que se llamó Tommy, Lelac y Mombassa en la que entraban 700 personas. Cerró tras una muerte que se produjo en una riña.
Una puerta en un costado conecta con los baños subterráneos de la galerÃa, que oficiaba como salida de emergencia, hoy cerrada por reja, cadena y candado. Y acá aparece otro hecho funesto: en 1979 en la whiskerÃa Rilke II de Maipú y Córdoba, a solo dos cuadras, un tipo roció la entrada con nafta y prendió fuego. Murieron 15 personas porque tenÃa un solo acceso. Se dijo que era un borracho enojado, pero otras versiones relacionan al hecho con la dictadura y apuntan que el bar tenÃa muchos militares como clientes.
Finalmente quedó vacÃo, ya que la familia propietaria decidió no meterse más en boliches nocturnos. Con el tiempo el lugar fue usado de depósito. Hay carteles de locales que estaban sobre la superficie, dentro de Cassini, pero ya no existen más o se mudaron. Espejos que fueron quitados de las paredes hoy yacen apoyados en un cuarto en el que hay también camas desarmadas. En una cocina, botellas de alcohol con etiquetas viejas atestiguan la antigüedad del lugar.
Aún cerrado, no siempre estuvo en ruinas. En una época incluso vivió uno de los porteros de la galerÃa. El mal estado en el que se encuentra proviene de una pérdida de agua que se filtra desde el edificio que está arriba.
El descubrimiento de esta perla fue de Gisel Levit, urbanista de la SecretarÃa de Desarrollo Económico y Empleo del municipio que se encarga del proyecto de revitalización de galerÃas y que estuvo haciendo un trabajo casi arqueológico. En el marco de esa tarea, coordina la reconstrucción de la memoria histórica de esos espacios comerciales, como forma de conocer las identidades de cada una para poder potenciarlas en el presente. Y asà encontró muchos espacios olvidados que conectan con otra Rosario secreta.
"Empecé a relevar las galerÃas porque son un sÃmbolo de la ciudad, y pensé que podÃan ser un buen comienzo para revalorizar el centro. Contamos 53 en esa área, un número que no conocÃa nadie, lo que convierte a Rosario en una de las ciudades con más galerÃas de Latinoamérica", explicó Levit. Asà apareció la idea de repotenciar la nocturnidad en la zona, que luego se convirtió en La Noche de Peatonales, con gran presencia de galerÃas y la búsqueda de una marca identitaria para cada una.
En ese camino descubrió muchas partes ocultas: pisos superiores, entrepisos y subsuelos desconocidos. "Hay muchas joyas como esta bajo la galerÃa Cassini, boliches o bares, que fueron emblemáticos para otra generación pero de los que la juventud no está al tanto", apuntó la urbanista. Contactando propietarios, comerciantes y administradores, Levit intenta reconstruir la memoria para poner en valor el concepto de red de galerÃas.
La idea es devolverle a la zona esa noche perdida. "La nocturnidad no tiene por qué ser bailable. El centro tiene la infraestructura, la arquitectura y la historia. La visión de todos los rosarinos pasa por ahÃ, por su impacto en nuestra memoria, identidad y cultura, pero lo tenemos cerrado 14 horas al dÃa. Al mismo tiempo, hay emprendedores sin espacio para mostrar sus productos y gente sin lugares para encontrarse", analizó. La propuesta es "correr el horario, que vuelva a ser el punto de encuentro, ligar el ocio a lo productivo, y mostrar de lo que es Rosario es capaz".
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